Aeropuerto a la Altura de Barranquilla

Aeropuerto Internacional Ernesto Cortissoz. Foto: Internet
La decisión de la Aerocivil de empaquetar la concesión del aeropuerto internacional Ernesto Cortissoz de Barranquilla junto con los aeropuertos de Armenia, Neiva, Popayán y Cartago fue una mala noticia para la ciudad, la cual produjo varias reacciones de rechazo. Entre ellas, una por parte de la alcaldesa de Barranquilla Elsa Noguera; aunque esa opinión llega un poco tarde. Sobre esto volveré más adelante.

Repasando las paginas de la historia de Barranquilla, llegan a la memoria los recuerdos de lo que le ha costado a la ciudad, y en general a esta parte de la región del país, alcanzar obras importantes, como el puente Pumarejo que cruza el rio Magdalena (el mismo que tienen que demoler ahora para permitir la troncada navegabilidad sobre el rio), el estadio metropolitano o el mismo aeropuerto Ernesto Cortissoz, por citar solo tres ejemplos. Antes de que estas importantes obras se dieran, fueron muchas las torturas que tuvimos que vivir los habitantes de esta región del caribe para trasladarnos hacia el interior del país, ya sea por vía aérea o terrestre, o presenciar un partido de futbol del amado Junior. Estos ejemplos demuestran lo lesivo como se ha dado la administración de país, caracterizada por un centralismo que de una u otra forma se responsabiliza de la insipiente infraestructura, o deficiente desarrollo de la mayoría de los municipios de la región.


Mi padre, quien por muchos años tuvo la oportunidad de ofrecer sus servicios en la Aeronáutica Civil con asiento en Barranquilla y dedicar importantes conocimientos, caracterizados por una ejemplarizante disciplina y gran creatividad, fue testigo de exención de cómo todas las disposiciones eran tomadas desde los escritorios en Bogotá. Me recuerda él que hasta para cambiar un tornillo muchas veces la autorización tenia que venir de la capital, y que en varias administraciones de la dirección central la desidia era tal que los equipos que requerían pequeños mantenimientos para garantizar tan solo un correcto funcionamiento eran puestos a tope, sin el mantenimiento necesario, hasta que fallaban, y para siempre. Supongo que no es difícil imaginar que alcanzar el remplazo se convertía en una tarea titánica, que en numerosas ocasiones traía como resultado solo una respuesta: que nada pasara.


La ciudad donde nació la aviación comercial de América ha tenido que sufrir virulentas administraciones, improvisaciones y malas decisiones que desde el gobierno central se toman, como la reciente, por fortuna para la ciudad, liquidada concesión que durante los últimos 15 años mantuvo la empresa Aeropuertos del Caribe S.A. (ACSA), quienes no solo incumplieron el contrato, sino que prestaron un mal servicio. Para muchos de los que transitamos por esa importante terminal ha sido incomodo experimentar que el aire acondicionado nunca ha funcionado bien, sin contar con las deficiencias, poco denunciadas, de los equipos aeronáuticos y que han puesto en riesgo la vida de todos.

En los últimos 15 años, en el otrora más moderno aeropuerto de Colombia, se ha mantenido la tendencia de los suplicios a los que no nos acostumbramos, y todo parece indicar que la historia se iba a volver a repetir. Empaquetar el aeropuerto con los pequeños aeródromos arriba mencionados tendría consecuencias negativas que no se pueden desconocer.


Mientras que el movimiento en el año 2011 en los cuatro aeropuertos pequeños suma 703,040 pasajeros con el 29.33% (Armenia 306,867 ó 12.80%, Neiva 290,010 ó 12.09%, Popayán 93,412 ó 3.90% y Cartago 13,051 ó 0.54%), el de Barranquilla en cambio movilizó 1,694,751 con el 70.67%. Es decir que la suma de los cuatro aeropuertos pequeños es menor al 30% del total de lo que mueve Barranquilla.

Sin mencionar el movimiento de carga que ronda en similares porcentajes, lo anterior coloca a la Puerta de Oro de Colombia en una desventaja inocultable. Este solo análisis demuestra el desequilibrio de la propuesta, y fácil es concluir que Barranquilla iba a terminar subvencionando la operación e inversiones que requerían los otros.

El rechazo de la alcaldesa llega de forma tardía, como señalara arriba, porque es una grito que debió darse 20 años atrás, o más, y cuando se hizo evidente las malas políticas que en el caso de la administración del aeropuerto se hicieron manifiestas.

Solo en el campo de la aviación comercial, la ciudad se encuentra en un rezago histórico e inconsecuente con la tradición y vocación innovadora de sus inicios, que ha influido en el deterioro económico de la región.


Eso no es lo que necesita Barranquilla. La tendencia de los nuevos aeropuertos es utilizarlos no solo como medios de transporte, sino como centros de recreación y comercio. Para ello se requiere de liderazgo. Y si de operaciones se trata, a juicio de los expertos, el Cortissoz es un aeropuerto totalmente subutilizado.

La política de centralizar todo llevó por ejemplo a la compañía Avianca, que mantuvo desde sus inicios los talleres de mantenimiento de sus aeronaves en la ciudad, a trasladarlos a Bogotá, aun cuando a juicio de los expertos es mucho mejor, por el tema del rendimiento de los motores, tenerlos sobre el nivel del mar, como sucede con las principales aerolíneas del mundo. Esa decisión se llevó consigo no solo un patrimonio histórico, sino una importante fuente de trabajo.

Lo anterior tiene por supuesto antecedentes anclados en la falta de liderazgo y visión de la dirigencia local, quienes entre otras debieron ofrecerle a dicha compañía incentivos, planes coherentes y hasta exenciones tributarias para mantener en la ciudad tal legado.

Estamos en mora de que la sociedad civil, gremios, y en general todas las fuerzas vivas, asuman un liderazgo más activo, creativo e integrado en defensa de los intereses de la región, así como de exigirle al gobierno central, en virtud de su dominancia, la generación y ejecución de proyectos coherentes, articulados y ambiciosos; más aun cuando la ciudad se sigue proyectando como la capital de los TLC’s en Colombia. Esta sería una manera impele de desplazar a la clase política que, para nadie es secreto, ha estado plagada de altísimos grados de corrupción.

La ciudad se viene también posesionando como una ciudad turística. ¿Podría hacerlo de forma ávida con la infraestructura actual? Para responder lo anterior habría que preguntarse ¿porque la dirigencia de Barranquilla no ha asumido el liderazgo para recuperar la navegabilidad sobre el rio Magdalena? Siendo una de las grandes obras que requiere el país, este objetivo posicionaría a Barranquilla en concordancia con su especial ubicación geográfica y a la altura de ciudades como Baton Rouge o New Orleans, ubicadas sobre la rivera del rio Mississippi, y que deben su dinamismo económico gracias a esa localización estratégica y territorial.


Si bien en la actualidad se vienen adelantando obras como la Avenida del Rio, la cual corta la tendencia de vivir de espalda a la vía fluvial más importante con la que cuenta el país, también subutilizada, primordial es resaltar la necesidad de hacerlo sobre la base de ir articularlo políticas coherentes que sean atractivas para el turismo, el comercio y la industria en general. Entre otras obras importantes por realizar se encuentran la recuperación del corredor férreo de Bocas de Ceniza o el muelle de Puerto Colombia, testigo este último nada menos que de la inmigración europea que inyectó con su cultura la rica historia de nuestro país. Caracterizados como hitos turísticos en el pasado pero que fueron abandonados a su suerte, estos dos ejemplos de recuperación requieren de planes de renovación urbanística que traerían a muchos visitantes, en sintonía con la vocación turística que se busca consolidar.

Desde estas líneas hago un llamado a las fuerzas vivas de la ciudad para promover y proyectar un aeropuerto a la altura de la ciudad más importante de la costa caribe colombiana, al cual le cabe también un plan de renovación urbanística que incluya en su entorno hoteles y centro de negocios a la altura de las principales capitales del mundo. Lo que le ha sucedido históricamente al aeropuerto internacional de Barranquilla no le hace honor al empresario y hombre emprendedor que fue Ernesto Cortissoz, por quien lleva su nombre, quien además participó activamente de esa multiplicidad negociadora que caracterizó a Barranquilla y a su élite empresarial a partir de la segunda mitad del siglo XIX. Habra que ver si las presentes y futuras generaciones somos capaces de articular esfuerzos de cara a los retos por venir.

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