El Asesor y El Candidato

En el último mes y solo después de que el profesor Antanas Mockus comenzara a encabezar las encuestas de opinión como el próximo presidente de Colombia, hemos presenciado la contra-avalancha desatada con el propósito de desprestigiarlo y con ello detener su ascendente favoritismo, que de haber continuado como iba seguramente lo hubiera colocado como presidente electo en primera vuelta. La andanada de falsos argumentos, calumnias, tergiversación de conceptos y mentiras utilizados por los simpatizantes de Juan Manuel Santos, el candidato cercano en la intensión de voto, solo nos refuerzan la teoría de lo que muchos son capaces: no importan los métodos, con el fin de alcanzar los resultados.

Es precisamente a esos métodos y argumentos a los que el país no le puede seguir apostando, porque son procedimientos íntimamente ligados al subdesarrollo en el que el país, y en general América Latina, se encuentran anclados. Muchos hablan de un asesor internacional que importó la campaña de Santos como el artífice de la guerra sucia desatada, o por lo menos el que ha sabido articularla de forma exitosa. Sería un mérito que hay que reconocerle, que parece salido de las escuelas del presidente Chavez por la ausencia absoluta de ética. Sin embargo, los éxitos del hoy asesor, tanto en Colombia como en otras partes, solo son viables en países con bajos índices educativos. A mi juicio, lo que mejor sabe explotar el ilustre personaje.

La falta de educación en general es una realidad que no podemos ocultar, claramente palpable en los foros de opinión que inundan el internet hoy por hoy. Mientras uno lee los comentarios que escriben las personas después de un artículo en periódicos como El País de España, The Guardian de Inglaterra o The New York Times de Estados Unidos, donde se expresan conceptos estructurados, civilizados y respetuosos, en Colombia sobresalen la falta de cultura, cargada de una alta dosis de intolerancia y vulgaridad. Por ello, es cierto que el éxito en países desarrollados por parte del mencionado asesor seria inexistente, porque las técnicas utilizadas solo adquieren relevancia en países como el nuestro.

Ahora bien, no critico la importación como tal de asesores, que por su experiencia internacional y conocimientos deben ser prendas de garantía para enriquecer un debate electoral: uno supone que cuando se busca una asesoría de ese tipo es para elevar el nivel de las discusiones con argumentos profundos. Desafortunadamente, y por lo visto hasta ahora, ese no ha sido el caso.

Un hecho que llama la atención es que ninguna de las expresiones expuestas y tácticas de desprestigio utilizadas hasta ahora han sido argumentos que ameriten un análisis serio.

Colombia tiene problemas de fondo que necesitan ser resueltos por lideres comprometidos y honestos, y no por "herederos" que ni personal, ni institucionalmente se han comprometido, ni sacrificado, ni demostrado nada distinto o diferente a la cultura parasitaria que le ha hecho tanto daño a la nación.

Los que creen que el país reculará en materia de seguridad y por tanto intentan explotar el miedo como argumento para no “retroceder” se equivocan porque lo peor que le puede pasar a Colombia no es eso, sino aquello que no ataque la base fundamental de nuestros males.

La cultura de la trampa, lo fácil, tolerancia a las mafias y los extremistas por primera vez en la historia de Colombia están amenazados: se podría decir que los corruptos y las grandes mafias políticas y no políticas tienen sus jornadas contadas. En pocos días, Colombia respirará un aire distinto de justicia, de cultura, de educación, de progreso y de cambios estructurales que nos afectaran positivamente, y para toda la vida.

La mayoría del pueblo Colombiano sabe quien representa ese cambio y no creo que se vaya a dejar confundir en su libre y soberana decisión.

Hipótesis contra Mockus


Cuando de desprestigiar se trata, muchos son los que se alinean con tesis prefabricadas que se fundamentan en la mentira para confundir a los electores. Soy poco dado a responder expresiones falsas porque entre más importancia, mayor publicidad a causas que se deben caer por su propio peso. Pero ante el artículo publicado por Plineo Apuleyo Mendoza recientemente y que titula Fenómeno de Aluvión, no pude evitar contener impulsos intelectuales por la parcialidad del importante y reconocido escritor.

Evidentemente todo es factible de distintas interpretaciones, pero no pasa desadvertido el esfuerzo del autor por lograr una interpretación acomodada a los intereses que defiende y protege. Afortunadamente, las herramientas modernas permiten desvirtuar planteamientos mentirosos, deteniendo de forma automática su negativa influencia intelectual.

No es cierto que el fenómeno de la Ola Verde no tenga antecedentes en Colombia: Alvaro Uribe llegó al poder no solo gracias al ofrecimiento de la seguridad democrática, producto del frustrante capitulo del Caguan, sino a sus promesas de reducción del congreso, la eliminación de las contralorías y tantas otras que no pudo cumplir y que tenían como objetivo combatir la corrupción. ¿No las cumplió porque la clase política corrupta se lo impidió? No, creo que no lo logró porque no supo o no quiso asumir los riesgos que aquel gran reto demandaba y por el contario se unió al engranaje de aquellos para que en un acto de corrupción compartida le aprobaran, como la historia y la justicia comprobaran luego, una reelección y un referendo para reelegirse por segunda vez: ambos viciados y cargados del pago de costosas facturas con cuotas burocráticas, subsidios y contratos.

El acceso al poder con vagas y generosas ofertas tiene antecedentes históricos y en nada se asemejan a una tendencia moderna. Lo viejo, y principal problema que todavía rodea a nuestras sociedades, es la corrupción, y todos sin excepción llegan con la promesa de combatirla. Los tiempos han cambiado y gracias a los avances en las comunicaciones y a la globalización, las personas cada día están más informadas, por tanto, saben que lo nuevo, por un lado, es el ascenso de líderes que en el pasado no tuvieron posibilidad alguna de acceder al poder, y por el otro, a los cambios o incapacidad de las políticas de Washington, agobiado por sus propios problemas internos, para contrarrestar o neutralizar, en razón de su liderazgo, fenómenos que afecten las democracias.

Para sustentar su tesis, el columnista utiliza el descrédito del presidente Chávez para dirigir la onda de desprestigio contra Mockus, sembrando hipótesis falsas que parten de imaginarios solo aplaudidos por los extremistas e ingenuos que vuelven ciertas conjeturas como esas, y alimentando la parasitaria cultura política en un sentido integral. Utiliza un supuesto negativo no porque no se sepa que el candidato del partido verde es un hombre de buenas costumbres, sino porque el propósito es poner en duda su buena imagen.

Hay posiciones políticas que están atadas a idearios extremistas, como las que recientemente se descubrieron en la mal llamada “Central de Inteligencia” del país. Dicho organismo, en lugar de atacar la delincuencia organizada de forma determinante y frontal como es su obligación, invierte los recursos que pagamos los colombianos en escandalosos procedimientos, que en el caso particular, son una muestra clara de las políticas de extrema derecha insertas en la cultura nacional.

No es coincidencia que varios de los anteriores directores de dicha institución se encuentren en el ojo del huracán con investigaciones abiertas por prácticas que enlodan la imagen del país y que van en abierta violación a las libertades individuales e irrespeto a la privacidad; asentadas en el derecho internacional y la constitución colombiana. Se trata de una práctica sostenida que seguramente tiene raíces históricas, y calificada como de delincuencia institucional.

Se sabe ahora que se utiliza la legalidad del aparato estatal para desprestigiar o enlodar la imagen de colombianos de bien y sembrar semillas con el propósito de mal informar y engañar a las personas. ¿Qué tanto la imagen favorable del actual presidente es el producto de la distorsión y el montaje, como se desprende de las investigaciones reveladas, cuando se supone que las ordenes venían desde el mismo palacio presidencial? Los grupos radicales, tanto de un bando como del otro, en nada contribuyen al desarrollo del país. Actúan en la clandestinidad cometiendo toda suerte de atropellos. Están convencidos que lo hacen por el bien del que mal llaman Estado, cuando en realidad lo hacen para proteger y defender intereses particulares.

¿Es el precio que tienen que pagar las sociedades para proteger a unos pocos en perjuicio del bien general? Por supuesto que no: las sociedades modernas no le temen a lo nuevo, ni a lo distinto. Y los jóvenes con su gran capacidad de sueños, su compromiso incondicional y posiciones alejadas de la contaminación son autores imprescindibles del cambio.

Los colombianos libres y de buenas costumbres que nos hemos alineado con la avalancha liderada por Antanas Mockus no lo hacemos porque nos parezca que este tenga tendencias a alinearse con el presidente venezolano, sino porque el primero ha demostrado en su vida pública actos positivos y transparentes. Es un hombre honesto, eficiente con gran capacidad de imaginación, como señalara recientemente Henry Mance en el prestigioso periódico europeo ‘The Guardian’. Sus logros son contundentes e irrefutables y es lo que aviva la posibilidad de cambio. Es un hombre de principios y políticas por fuera del esquema tradicional necesarias para modernizar al Estado.

Es el resultado de los que nos reusamos a aceptar el statu quo persistente, y porque es posible soñar, creer y construir una sociedad mejor.

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