Hipótesis contra Mockus


Cuando de desprestigiar se trata, muchos son los que se alinean con tesis prefabricadas que se fundamentan en la mentira para confundir a los electores. Soy poco dado a responder expresiones falsas porque entre más importancia, mayor publicidad a causas que se deben caer por su propio peso. Pero ante el artículo publicado por Plineo Apuleyo Mendoza recientemente y que titula Fenómeno de Aluvión, no pude evitar contener impulsos intelectuales por la parcialidad del importante y reconocido escritor.

Evidentemente todo es factible de distintas interpretaciones, pero no pasa desadvertido el esfuerzo del autor por lograr una interpretación acomodada a los intereses que defiende y protege. Afortunadamente, las herramientas modernas permiten desvirtuar planteamientos mentirosos, deteniendo de forma automática su negativa influencia intelectual.

No es cierto que el fenómeno de la Ola Verde no tenga antecedentes en Colombia: Alvaro Uribe llegó al poder no solo gracias al ofrecimiento de la seguridad democrática, producto del frustrante capitulo del Caguan, sino a sus promesas de reducción del congreso, la eliminación de las contralorías y tantas otras que no pudo cumplir y que tenían como objetivo combatir la corrupción. ¿No las cumplió porque la clase política corrupta se lo impidió? No, creo que no lo logró porque no supo o no quiso asumir los riesgos que aquel gran reto demandaba y por el contario se unió al engranaje de aquellos para que en un acto de corrupción compartida le aprobaran, como la historia y la justicia comprobaran luego, una reelección y un referendo para reelegirse por segunda vez: ambos viciados y cargados del pago de costosas facturas con cuotas burocráticas, subsidios y contratos.

El acceso al poder con vagas y generosas ofertas tiene antecedentes históricos y en nada se asemejan a una tendencia moderna. Lo viejo, y principal problema que todavía rodea a nuestras sociedades, es la corrupción, y todos sin excepción llegan con la promesa de combatirla. Los tiempos han cambiado y gracias a los avances en las comunicaciones y a la globalización, las personas cada día están más informadas, por tanto, saben que lo nuevo, por un lado, es el ascenso de líderes que en el pasado no tuvieron posibilidad alguna de acceder al poder, y por el otro, a los cambios o incapacidad de las políticas de Washington, agobiado por sus propios problemas internos, para contrarrestar o neutralizar, en razón de su liderazgo, fenómenos que afecten las democracias.

Para sustentar su tesis, el columnista utiliza el descrédito del presidente Chávez para dirigir la onda de desprestigio contra Mockus, sembrando hipótesis falsas que parten de imaginarios solo aplaudidos por los extremistas e ingenuos que vuelven ciertas conjeturas como esas, y alimentando la parasitaria cultura política en un sentido integral. Utiliza un supuesto negativo no porque no se sepa que el candidato del partido verde es un hombre de buenas costumbres, sino porque el propósito es poner en duda su buena imagen.

Hay posiciones políticas que están atadas a idearios extremistas, como las que recientemente se descubrieron en la mal llamada “Central de Inteligencia” del país. Dicho organismo, en lugar de atacar la delincuencia organizada de forma determinante y frontal como es su obligación, invierte los recursos que pagamos los colombianos en escandalosos procedimientos, que en el caso particular, son una muestra clara de las políticas de extrema derecha insertas en la cultura nacional.

No es coincidencia que varios de los anteriores directores de dicha institución se encuentren en el ojo del huracán con investigaciones abiertas por prácticas que enlodan la imagen del país y que van en abierta violación a las libertades individuales e irrespeto a la privacidad; asentadas en el derecho internacional y la constitución colombiana. Se trata de una práctica sostenida que seguramente tiene raíces históricas, y calificada como de delincuencia institucional.

Se sabe ahora que se utiliza la legalidad del aparato estatal para desprestigiar o enlodar la imagen de colombianos de bien y sembrar semillas con el propósito de mal informar y engañar a las personas. ¿Qué tanto la imagen favorable del actual presidente es el producto de la distorsión y el montaje, como se desprende de las investigaciones reveladas, cuando se supone que las ordenes venían desde el mismo palacio presidencial? Los grupos radicales, tanto de un bando como del otro, en nada contribuyen al desarrollo del país. Actúan en la clandestinidad cometiendo toda suerte de atropellos. Están convencidos que lo hacen por el bien del que mal llaman Estado, cuando en realidad lo hacen para proteger y defender intereses particulares.

¿Es el precio que tienen que pagar las sociedades para proteger a unos pocos en perjuicio del bien general? Por supuesto que no: las sociedades modernas no le temen a lo nuevo, ni a lo distinto. Y los jóvenes con su gran capacidad de sueños, su compromiso incondicional y posiciones alejadas de la contaminación son autores imprescindibles del cambio.

Los colombianos libres y de buenas costumbres que nos hemos alineado con la avalancha liderada por Antanas Mockus no lo hacemos porque nos parezca que este tenga tendencias a alinearse con el presidente venezolano, sino porque el primero ha demostrado en su vida pública actos positivos y transparentes. Es un hombre honesto, eficiente con gran capacidad de imaginación, como señalara recientemente Henry Mance en el prestigioso periódico europeo ‘The Guardian’. Sus logros son contundentes e irrefutables y es lo que aviva la posibilidad de cambio. Es un hombre de principios y políticas por fuera del esquema tradicional necesarias para modernizar al Estado.

Es el resultado de los que nos reusamos a aceptar el statu quo persistente, y porque es posible soñar, creer y construir una sociedad mejor.

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