El Diseño, como Eje Articulador de la Sociedad

El buen diseño urbano influye y mejora la calidad de vida. Foto Cortesía 
Muchas de las decisiones para el normal desarrollo de las sociedades que conduzcan al mejoramiento de la calidad de vida y a la solución de sus problemas más coyunturales no son difíciles de tomar y, sin embargo, los administradores públicos, al desconocer en gran medida la historia y origen de los inconvenientes, se dan a la tarea de emprender proyectos ambiciosos que no corresponden ni se sitúan con la realidad, lo que al final se convierte en una frustración más. Tropezar con dificultades es inevitable, pero fracasar en el reconocimiento de las mismas no lo es.

Insistir en esquemas como los que han caracterizado el desarrollo de sociedades como las que predominan en América Latina es hacerle culto a la mediocridad. No podemos pretender, y mucho menos soñar, un futuro mejor si antes no se comprenden las causas generadoras del actual caos, y si no se adelantan los programas que permitan dar con las luces necesarias para su radical solución.

La corrección de los rumbos y los cambios que inaplazablemente se tienen que dar en los países en vías de desarrollo deben tener un compromiso profundo de todos aquellos con las responsabilidades para producir vitales decisiones, y la incondicional colaboración de todos los actores de la sociedad.

Es necesario emprender una serie de planes y proyectos con características prioritarias, orientados a resolver las agudas complicaciones que persisten en las ciudades, y articular programas de ordenamiento básico, que le den piso al desarrollo sostenido de un buen urbanismo, es decir, la relación mancomunada de todos los elementos básicos que componen la ciudad, desde el ordenamiento del espacio, hasta la interacción comprometida y civilizada de sus habitantes.

La articulación de los distintos componentes para colocar a las ciudades de los países en desarrollo en plataformas de progreso sostenido, en general, se presumen extensos y costosos. Lo anterior se agudiza aun más con la implantación de normativas poco dinámicas y la incomprensible falta de visión de ir resolviendo lo particular para finalmente llegar a lo general. Existen varios estudios que marcan lineamientos o caminos de cómo iniciar las reformas. Las políticas para un mejor funcionamiento de los centros urbanos, que contribuyan no solo con un buen urbanismo, sino con la estética, y a partir de allí patrocinar una mejor calidad de vida, debe contener los siguientes siete elementos:

1. Diseño de las Vías: No se necesita ser un experto para entender que una de las causas de la baja movilidad en las ciudades y la congestión vehicular radica en el hecho no de una deficiente malla vial, como siempre se ha dicho, sino fundamentalmente a problemas de diseño. La ausencia de este último, que es lo que predomina, es uno de los factores principales que patrocinan la indisciplina, tanto de conductores como de transeúntes. Un buen diseño permite no solo un mejor fluido, sino la base para empezar a derrotar la desorganización. Las inversiones en obras públicas de infraestructura que las ciudades emprenden no tendrán éxito si estas no incluyen estrategias de diseño que respondan a una óptima solución.

2. Transporte Público: El caos en la movilidad al interior de las ciudades pasa en primera instancia por la institucional desorganización del transporte público como tal. Contiene un agravante y es el hecho de que la indisciplina de los conductores de este servicio cada día se traslada a los conductores privados. Para comenzar, las rutas de los buses no pueden ser una apología de recorridos tipo espagueti al interior de toda la ciudad. Estas deben ser lineales, desde un punto A hasta un punto B. En los puntos de inicio y de finalización deben existir terminales tipo portal. En esos puntos, como en algunos puntos intermedios donde se deberán instalar también terminales de menor escala, se le debe permitir al usuario realizar los transbordos o cambios de ruta necesarios de forma ágil. Así mismo, las paradas a lo largo de cada ruta, deben contener paraderos visibles, bien demarcados, los cuales deben contener tres elementos fundamentales y que son la causa por la cual los paraderos existentes son inoperantes:


Información sobre el número de ruta o rutas que hacen su parada allí.

Un mapa de cada ruta.

Un mapa de la ciudad que informe no solamente sobre sitios de interés, sino el dibujo de las distintas rutas que recorren la ciudad, incluido el transporte masivo.

Lo anterior no significa que todas las rutas deben estar en un mismo paradero, sino que cada paradero atenderá tanto número de rutas como el flujo de buses y usuarios lo permita. Con lo anterior, se entregan las bases para un uso eficiente de las paradas. Solo después de lo anterior se podrá exigir que su uso se haga de forma obligatoria.

3. Señalización Vertical y Horizontal: Sin duda, la falta de una adecuada señalización, tanto horizontal como vertical, que ayude a orientar en la forma debida hacia un destino final, es una de las causas que obliga a que los vehículos permanezcan en la vía más tiempo del necesario, lo que contribuye al problema de la congestión. Un conductor que no encuentra información de cómo llegar a una vía, o por donde salir para encontrar su destino por problemas de diseño y falta de señalización, en la primera oportunidad que tenga cometerá una infracción. La ausencia de lo anterior es otro de los detonantes que propicia la incultura, el irrespeto de las normas y la indisciplina general.

Un buen diseño y sistema de semaforización es vital para lograr reducir los tiempos de circulación. En esto debe existir coordinación, planificación y un adecuado mantenimiento para conseguir los mejores resultados.

4. Elementos Urbanos: La estandarización y el diseño se convierten en la columna vertebral en las estrategias de solución. En este tema han habido avances. Hay que reconocer la labor emprendida por el Taller del Espacio Público de la ciudad de Bogotá. Falta, por ejemplo, que se estructure como una política a nivel nacional. Los componentes del espacio público, sin lugar a discusión, deben ser estandarizados, estratégicamente planeados y localizados. La adecuada incorporación de estos elementos son la guía para eliminar malos hábitos, y una de las mejores herramientas para la implementación del control.

5. Espacio Público: Uno de los éxitos que sobre este tema se ha tenido en los últimos años, especialmente en la ciudad de Bogotá, pasa por la incorporación de un elemento que permaneció ausente en los programas anteriores: el diseño. Dentro de los avances se destacan el hecho de devolverle a los peatones el uso de los andenes y un orden espacial. Persisten algunos errores que tendrán que irse depurando, como la existencia de obstáculos que propician accidentes, pero en ese campo es donde más se ha avanzado y los resultados son visibles.

EL espacio público, de otro lado, no puede ser entendido como un elemento rígido, que era como anteriormente se construía, sino como un espacio dinámico que está en permanente evolución, tanto superficialmente como en lo subterráneo. Así las cosas, debe ser pensado para atender las demandas propias de las ciudades en movimiento sin perjuicio de sus componentes constructivos y bajo traumatismo de los transeúntes.

6. Educación y Control: Se cree que el Talón de Aquiles de los pueblos en desarrollo es la baja educación. La implementación de planes que exijan un compromiso de todos los autores de la ciudad fracasaran si antes no se emprenden y se sostienen campañas educativas que propicien un uso civilizado de ella como tal. Este es un tema bastante complejo en donde, por lo menos desde la perspectiva colombiana, poco o nada se viene adelantando.

Se hace necesario emprender campañas de respeto de los unos por los otros, el respeto de las normas, el respeto y el uso adecuado de los espacios y sus componentes. Robarle el espacio a alguien para intentar llegar primero es automáticamente un acto de deshonestidad y corrupción. Aquellos que utilicen esa filosofía, pisoteando y creyéndose privilegiados, logran que nos convirtamos todos en perdedores, sin excepción. Es indispensable educar para que las personas piensen en grande. Lo anterior, debe concebirse dentro del marco de una estrategia nacional para elevar los niveles de educación, tolerancia y convivencia ciudadana que nos lleve, entre otras, a eliminar la agresividad de los conductores y la indisciplina generalizada. Prácticamente se hace necesario la creación de un manual para el buen uso y comportamiento dentro de la ciudad. Se debe tener claro que cuando se llega a una ciudad el comportamiento es distinto, lo cual implica un proceder ejemplar.

De otro lado, para todo se necesita que exista control. En ese sentido, las autoridades competentes deben cambiar la actitud de indiferencia e impunidad imperantes, que demuestra una sostenida rigurosa falta de autoridad. En gran medida, una de las razones por la cual los ciudadanos cometen infracciones es por el hecho mismo que saben de antemano que nada les va a pasar. Eso tiene que cambiar. Todas las sociedades organizadas del mundo consignan en el principio de autoridad el éxito de las políticas y estrategias de control. En esto no debe existir lasitud y resignación. Quien cometa una infracción debe ser castigado ejemplarmente, y sin excepción.

7. Instituto de Estandarización: Los países como Colombia, están llenos de normas que no se cumplen y en general las distintas dependencias públicas son ineficientes, de costosa operación, que poco solucionan y cuando lo logran es mediocremente mal. Desde la óptica de estas dependencias, no existe coordinación entre una y otra, y como tal, la desorganización que impera es casi total. Actúan como ruedas sueltas, lo que trae como consecuencias improvisaciones y planeaciones costosas que al final se pierden en la nada.

La manera como esto se soluciona es a través de la creación de un instituto de estandarización que tenga como misión llevarnos a una Política Tecnológica de Estado. Las dependencias encargadas de la ejecución del gasto deben ser organismos pensados para planear las necesidades por solucionar, y dentro del mejor esquema gerencial. Mantener profesionales al interior de estas dependencias para que produzcan soluciones de diseño es inadecuado, costoso y muchas veces inconsistente con la realidad. Esa labor la debe emprender el Instituto de Estandarización que como organismo especializado no solamente deberá contar con diseñadores expertos, sino que debe ser el cuerpo rector donde se articulen las distintas especialidades, se visionen y diseñen todos los proyectos y se preparen todos los documentos de construcción, incluidas las especificaciones. La idea es derrotar la improvisación, descoordinación entre las distintas dependencias y reducir los costos de operación.

Debe ser un organismo interdisciplinar, eminentemente técnico y blindado contra la politiquería, donde se produzca los lineamientos que nos sitúen en el mundo globalizado actual. Además, impulsar el avance, la producción, las normas y los estándares con el fin de alcanzar una normatización que nos conduzcan a organizarnos como sociedad.

Deberá además, articular todo lo necesario para que muchos de los elementos tanto de diseño como de construcción se estandaricen (estandarización de componentes) en procura de una mejor calidad. Debe producir normas y estándares para que no se sigan construyendo por ejemplo clínicas sobre vías principales que no cumplen con los aislamientos ni barreras necesarias, ni solucionan debidamente los parqueos con las conocidas consecuencias que aquello tiene para el tráfico automotor.

Hemos gastado tiempo, energías y todos los presupuestos en sistemas que simplemente no funcionan, que alimentan el subdesarrollo y que poco, o tal vez nada, contribuyen al progreso.

Las recomendaciones arriba anotadas persiguen controlar la enfermedad que agobia a las capitales. Se dan así bases sólidas que nos habrán de posicionar en el carril adecuado para emprender la tarea de actualización y proyección hacia un progreso sostenido, sin mas espera, y con la unica visión de una sociedad justa, amable y organizada.

Las Ciudades También Mueren

Vista Torres del Parque, Bogotá, Arq. Rogelio Salmona. Cortesía
El diagnostico más pesimista señala que seguimos siendo una sociedad caótica, y lo peor es que no se están tomando las medidas para dejar de serlo. Estamos más preocupados en reelecciones o reformas a la justicia con intereses no muy claros, y poco en inyectarle a la sociedad las políticas, las reformas y los cambios primarios y esenciales que como sociedad civilizada debimos haber emprendido muchos años atrás. Es verdad que nuestra sociedad adolece de sistemas para hacer cumplir las leyes de forma ejemplar y blindajes contra los poderosos y corruptos. El efecto contrario es mayor injusticia, incluida la social. Con el desprestigio que los caracteriza, es mucho pedir que los Padres de la Patria den ejemplos de grandeza, servicio y entrega en pos de los intereses de la nación. Sin embargo, es posible; y lo será aun más cuando el interés general prevalezca sobre el compromiso particular de privados intereses. Lo será aun más, cuando se trabaje por los temas esenciales y primarios que reclama la nación. Es posible. Solo hace falta liderazgo, ambición de pensamiento y acción.

Es un hecho que la crisis que vive Colombia tiene en la actualidad mayor connotación en la capital de la república. La principal ciudad del país es hoy por hoy una ciudad enferma, en caos, que requiere de medidas urgentes, y de fondo, para aliviar sus males.

Aunque el anterior diagnóstico parece bastante pesimista. La verdad es que la otrora Atenas Suramericana, a pesar de respuestas puntuales, enfrenta un deterioro sostenido desde el punto de vista estético y urbanístico, así como un desmejoramiento importante en la calidad de vida que contribuye de una u otra forma al escenario de violencia que vive la nación.

Desde el punto de vista del funcionamiento urbano, son variadas las razones insertas en las dificultades de las ciudades del país suramericano, y amplísimas las consideraciones patológicas que se desprenden de cada uno de sus males. Sin embargo, a pesar de que en todos y cada uno de sus diagnósticos se puede estar de acuerdo en el sentido de que “no hay nada nuevo bajo el sol”, en realidad las soluciones elementales de los problemas que las aquejan no se han emprendido y mas pareciera ser cierto la sentencia en el sentido de que las ciudades literalmente se detuvieron en el tiempo, salvo puntuales excepciones, para no progresar de acuerdo a su ininterrumpido palpitar.

La causa de esto tiene su principal origen, por un lado, en la improvisación, aplicando la prueba y el error, de casi todos los planes de desarrollo que se ponen en ejecución. Por lo general, esos planes carecen de estudios serios, técnicos y de viabilidad, Por el otro, a la falta de políticas claras en materias como las normas de infraestructura y de urbanismo, con las que debe contar toda ciudad. Por último, pero no menos importante, a la ausencia indiscutida de una “política tecnológica de estado”. Al señalar esto, no nos referimos a las políticas de otros estados que son las que se han venido aplicando, sino a las que se deben desprender de los estudios que el país debe acometer en la búsqueda de soluciones, basados en las particulares características de cada urbe, que por ninguna razón deben ser copias de alguna otra de la geografía mundial.

Las administraciones locales que han ejercido y que ejercen el poder de administrar los destinos de las ciudades y la protección de los intereses de la población incurren una y otra vez en los mismos vicios, con un agravante que no debería pasar inadvertido: falta de definición de prioridades en la solución de los problemas fundamentales, específicamente en lo que tiene que ver con el tema de la planeación, estandarización y ejecución de proyectos y obras públicas a nivel general.

No pretendo descalificar la ambición de planes y/o proyectos, como el Sistema Integrado de Transporte Masivo, al cual se le da especial énfasis, sino resaltar la omisión en acometer obras prioritarias, previas a la ejecución de planes como el anterior. La omisión en la construcción de esas tareas indudablemente que contribuye a aumentar el caos y crecimiento desorganizado, que es lo que se percibe como constante nacional.

Es indudable que el caos tiene su origen en la falta de orden, pero también es cierto que cualquier programa o proyecto que se pretenda implementar fracasará si antes no se toman medidas tendientes, por un lado, a corregir o remplazar los programas que han fallado, y por el otro, a preparar los escenarios que le garanticen a los nuevos no un éxito efímero, sino duradero en el tiempo, y como ejes estructurales de progreso. Se hace imprescindible establecer los marcos legales que le den viabilidad dinámica a los planes, dentro de una moldura de estandarización y regulación que preserve el orden y elimine la improvisación. No deben quedar anclados a la voluntad de una administración o dirigente en particular, sino al marco de un proceso sostenido que responda a las necesidades más elementales y que nos aleje del estancamiento mental e intelectual en el que nos encontramos.

Que podríamos lograr a cambio? Pues ciudades más ordenadas, donde el tránsito vehicular no sea un elemento agresivo, sino parte amable e integral de un sistema, mejorar el diseño y calidad de las vías que inviten al respeto de las normas y a reducir los tiempos de circulación. Se gana también en transformar ciudades estresantes en ciudades que propicien el civismo y la educación. Se gana en competitividad, en el respeto de los unos hacia los otros, y en la integración ordenada de todos los componentes que conforman la ciudad. Es viable y si es posible. Se requiere solo de voluntad para poner en práctica los programas y la participación decidida de todos. Esta combinación nos llevará, sin lugar a discusión, al logro de las transformaciones que reclama a gritos la sociedad.

Los profesionales que tenemos participación y/o injerencia en estos temas tenemos la obligación de realizar una práctica profesional responsable que ayude a orientar, por un lado, a aquellos con el poder en la toma de decisiones, y por el otro, al publico en cuanto a la necesaria participación y contribución en el campo de las ideas, así como en el respeto de sí mismo y el de los demás. Las ciudades mueren cuando sus integrantes abandonan actitudes positivas, en contra del beneficio general, y se alojan como entes activos del caos y la desorganización.

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